La pequeña casa en el bosque se convierte en el paraíso privado de Marta y Fina. Los días pasan tranquilamente con mañanas compartidas, disfrutando de una taza de café caliente mientras observan el amanecer. Fina se siente increíblemente feliz, finalmente puede vivir su vida de acuerdo con sus deseos más profundos. Sin embargo, esa felicidad siempre está amenazada por una preocupación constante: ¿será que su secreto será descubierto?
Cada noche, cuando cae la oscuridad, Fina se da vueltas en la cama sin poder dormir. Tiene miedo de que los vecinos descubran su ausencia en casa y comiencen a hacer preguntas. El pensamiento de los rumores y las habladurías la aterra. Marta nota la inquietud de Fina y la abraza con ternura, susurrándole: “No te preocupes, mi amor. Todo estará bien.”
Claudia, la amiga más cercana de Fina, siempre ha sido su apoyo emocional. Fina quiere compartir con ella su nueva vida, pero teme que Claudia no acepte su relación. Recuerda la vez que intentó confesarle su amor a Claudia, solo para ser rechazada de forma cruel. Desde ese entonces, Fina ha mantenido su distancia, temerosa de que el daño se repita.
Una noche, mientras están sentadas junto a la chimenea, Fina decide abrirle su corazón a Marta sobre sus miedos. Marta la escucha pacientemente, sabiendo que Fina necesita desahogarse. Con una sonrisa suave, Marta le dice: “No tienes que cargar con este secreto sola. Si lo deseas, podemos hablar con Claudia juntas. Estoy segura de que ella entenderá y aceptará nuestra relación.”
Fina duda por un momento, pero luego asiente, sabiendo que Marta tiene razón. Necesita enfrentar sus miedos. Al día siguiente, Fina llama a Claudia e invita a que venga a ver su nueva casa. La reunión se lleva a cabo en un ambiente tenso. Fina se prepara para un enfrentamiento, pero Claudia reacciona de manera completamente diferente. La abraza fuertemente y dice: “Me alegra mucho que finalmente seas feliz.”