Bajo la cálida luz de un elegante restaurante, Ferit y Seyran entraron, cargando con las expectativas de una cena tranquila. Seyran, con una sonrisa traviesa en los labios, eligió una mesa cerca de la ventana. Pero la atmósfera relajada se desvaneció rápidamente cuando vieron a Pelin sentada en otro rincón. No estaba sola, como había dicho. Junto a Pelin había un grupo de personas, entre ellos algunas caras desconocidas.
Seyran, astuta y observadora, notó de inmediato la situación. Se inclinó ligeramente hacia Ferit y, con un toque de humor en su voz, comentó:
“Parece que Pelin ya encontró a alguien más adecuado. Felicidades.”
Ferit, aunque intentó mantenerse tranquilo, no pudo ocultar su incomodidad. Contestó con brusquedad:
“Deja de bromear, Seyran.”
Pero la curiosidad y el sentimiento de haber sido traicionado lo dominaron. Ferit sacó su teléfono y llamó a Pelin en ese mismo instante, ignorando la mirada inquisitiva de Seyran. Sin embargo, del otro lado de la línea no hubo respuesta. Ese silencio solo avivó más su molestia.
Incapaz de contener sus emociones, Ferit se levantó, con la decepción reflejada en su mirada, y se dirigió hacia Pelin.
“Pelin, no tenías que mentir. Solo necesitaba que fueras sincera.”
Pelin, un poco avergonzada pero sin mostrar arrepentimiento, bajó la mirada y respondió en voz baja:
“No pensé que las cosas llegarían a esto…”
Ferit decidió no continuar. Dio media vuelta y salió del restaurante con pasos pesados.
Mientras tanto, Seyran permaneció en su lugar, tranquila, pidiendo una pizza más. Esbozó una ligera sonrisa mientras disfrutaba de su comida y miraba por la ventana, donde Ferit se alejaba lentamente.
Aquella noche, el ambiente en el restaurante seguía siendo sereno, pero entre esas personas, las cosas ya no volverían a ser las mismas.