Kazim estaba sentado solo en la habitación, con su mente llena de fragmentos de esa noche, imágenes difusas que había intentado olvidar. Sentimientos extraños y detalles dispersos, desde pasos apresurados hasta una luz tenue, todo parecía empezar a encajar en su mente. Recordaba la sensación de aturdimiento y el dolor intenso antes de desmayarse. En ese momento, no podía comprender lo que había sucedido, pero ahora, al estar más despejado, lo único que no podía dejar de pensar era si Suna estaba relacionada con el incidente.
La duda comenzó a surgir en el corazón de Kazim, y no podía aceptar esa idea. La imagen de su hija lo atormentaba, y no podía estar tranquilo. Poco a poco, comenzó a dudar de las palabras de Ferit, a quien había confiado anteriormente. Ferit siempre intentaba tranquilizarlo, pero Kazim empezó a sentir que algo no encajaba en sus explicaciones.
Decidido a encontrar la verdad, Kazim se acercó a Seyran. Pero cuando la interrogó sobre lo que había sucedido esa noche, Seyran reaccionó de manera extraña. No se atrevía a mirarlo a los ojos, y sus respuestas eran inseguras, como si estuviera ocultando algo. Esa evasiva aumentó las sospechas de Kazim, y un pensamiento sombrío comenzó a formarse en su mente: esto no había sido un accidente, como todos pensaban.
En un rincón de la habitación, Suna se ocultaba detrás de la cortina, su corazón latía con tanta fuerza que parecía que Kazim podía oír cada latido. Sabía que si Kazim descubría la verdad, todo acabaría. Había hecho lo que no debía hacer, y ahora estaba atrapada entre el miedo y la culpa. La sensación de temor, de no poder enfrentarse a su padre, la hacía sentirse incapaz de respirar.
Cada pregunta de Kazim hacía que Suna sintiera que estaba a punto de ser descubierta. Retrocedió cuidadosamente detrás de la cortina, esforzándose por no ser vista. Pero su corazón se apretaba, y el miedo comenzaba a apoderarse de su razón. No sabía qué hacer, solo sabía que debía quedarse allí, impotente, como un ratón siendo perseguido.
Kazim permaneció en silencio, sus ojos llenos de duda y desconfianza. No podía aceptar fácilmente la verdad que había estado sospechando durante tanto tiempo. El silencio de Seyran, la preocupación de Suna, todo parecía ser un velo que ocultaba lo que no quería creer. Y en su interior, el miedo de que pudiera estar cometiendo un gran error crecía cada vez más.