Después del accidente, la vida de Suna parecía ya no ser la suya. Kazim, obsesionado con proteger a su hija, controlaba cada aspecto de su vida. Desde su horario, las relaciones, hasta prohibirle ver a Ferit. “No necesitas ese amor ilusorio. Debes quedarte con la familia,” decía con voz fría. Sus palabras eran como una cuerda que ataba a Suna, impidiéndole rebelarse.
Una noche, en la opresión de las emociones reprimidas, Suna decidió escribir una carta a Ferit. Abrió su corazón, expresando su gratitud por todo lo bueno que él le había dado. Pero al final de la carta, se disculpó y dijo que no podía seguir adelante, que había elegido renunciar a su amor y aceptar el destino que Kazim había planeado para ella. La carta, empapada en lágrimas, fue una despedida que nunca imaginó que tendría que escribir.
Cuando Ferit recibió la carta a la mañana siguiente, su corazón se sintió aplastado. Pero en lugar de rendirse, sintió el miedo y la presión que Suna estaba soportando. Fue a ver a Seyran y compartió su plan para rescatar a Suna. “Kazim no puede controlar su vida para siempre. Ella necesita ser libre, y nosotros la ayudaremos a recuperar eso,” dijo Ferit con determinación. Seyran estuvo de acuerdo, y ambos comenzaron a planear cómo sacar a Suna del control de Kazim, decididos a darle la oportunidad de vivir la vida que realmente deseaba.