Ferit sabía muy bien que Kazım, el padre codicioso y autoritario de Seyran, no se detendría ante nada para lograr sus objetivos. Al enterarse de que Kazım planeaba forzar el matrimonio de Suna, la hermana menor de Seyran, con un hombre rico pero desconocido, Ferit no pudo quedarse callado. Comprendía que esto no solo era una injusticia para Suna, sino también una amenaza directa al honor de la familia Korhan, la cual él respetaba profundamente.
Ferit decidió hablar con su abuelo Halis, el patriarca de la familia Korhan, para exponerle la situación. En la solemne sala de la mansión, Ferit enfrentó la mirada penetrante de Halis. “Abuelo, sé que esto no tiene que ver directamente con nuestra familia, pero si no intervenimos, Suna será víctima de un matrimonio forzado. Esto no solo destruirá su vida, sino que también dañará el honor de los Korhan, ya que Seyran, mi esposa, también quedará involucrada en este asunto.”
Halis guardó silencio durante mucho tiempo. Sabía que el honor de la familia era lo más importante, pero intervenir en los asuntos de otra familia podría generar problemas. Sin embargo, al mirar los ojos decididos de Ferit, vio la sinceridad y el sentido de responsabilidad que él estaba asumiendo.
Después de muchas noches de reflexión, Halis tomó una decisión audaz: llevar a Suna a vivir a la mansión Korhan. Declaró ante toda la familia que Suna sería educada con esmero y que, en el momento adecuado, él mismo le buscaría un esposo digno.
Esta decisión conmovió profundamente a Seyran. Ella estaba agradecida por la bondad y el cuidado de Halis, y comenzó a sentir una conexión más cercana con Ferit. Por primera vez, se dio cuenta de que Ferit no era solo un esposo de nombre, sino alguien dispuesto a actuar por lo correcto.