Kazim se despertó con un fuerte dolor de cabeza después de la caída. Sentía como si todo su cuerpo estuviera destrozado. La luz que entraba por la ventana le hizo entrecerrar los ojos, y pudo sentir claramente cada latido de su corazón. Se sentó, aturdido, y se dio cuenta de que estaba acostado en un sillón en la sala.
Ferit, que estaba cerca, se acercó rápidamente con una expresión preocupada. “¿Está bien, Kazim? Lo siento mucho, accidentalmente dejé caer la lámpara y le golpeó”, dijo Ferit, con el rostro algo desordenado. Lo miró con preocupación, pero su expresión parecía algo forzada.
Kazim observó a Ferit, una duda comenzaba a formarse en su mente. Recordaba el momento antes de caer al suelo, pero su mente estaba confusa y no podía recordar todos los detalles. Movió la cabeza, intentando aclarar sus pensamientos, sintiendo que algo no estaba bien. “¿La lámpara?” repitió Kazim, pero sus ojos no dejaban de mirar a Ferit.
Suna, que estaba de pie en la puerta, observaba en silencio. Vio la incomodidad de Ferit y la creciente duda en Kazim. En su interior, el miedo crecía. Ella sabía la verdad: no fue Ferit quien golpeó a Kazim, sino ella misma. Lo hizo por miedo, por querer protegerse de la furia de su padre, con quien había sufrido durante tantos años. Pero ahora, debía enfrentarse a una difícil decisión: callar y seguir viviendo con el miedo, o confesar la verdad y enfrentar la ruptura de su familia.
Kazim permaneció en silencio, sus ojos llenos de pensamientos. Podía sentir que algo no estaba bien en el ambiente. Los ojos de Suna, aunque intentaba mantener la calma, claramente mostraban una gran preocupación. Lo miró fijamente, y él comenzó a preguntarse si ella sabía algo más. “Suna”, dijo con voz grave, “¿Sabes qué ocurrió?”
Suna tragó saliva, cada segundo parecía durar una eternidad. Miró a Ferit y luego a Kazim. Sabía que si confesaba la verdad, todo cambiaría para siempre. Su familia se desmoronaría, y no sabía si podría salvar algo de eso.
En ese momento, todo parecía en silencio. Solo se oía el latido de su corazón resonando en su pecho. Finalmente, decidió hablar, pero no de inmediato. Sabía que esas palabras, aunque difíciles, debían salir algún día. Pero hoy, ¿tendría el valor suficiente para enfrentar la verdad?