En su pequeña habitación, Suna se sentó frente a Yusuf, el ambiente entre ellos estaba cargado, como si cada palabra fuera más difícil de decir que la anterior. Ella acababa de contarle a Korhan la verdad: que fue Yusuf quien lo engañó. Todo quedó en silencio cuando Suna rompió la calma:
“No pensé que llegarías tan lejos,” dijo, su voz grave y triste, llena de decepción. “No solo engañaste a Korhan, sino que también me hiciste daño a mí.”
Yusuf miró hacia abajo, sus ojos vacíos, sin saber qué responder. “Yo… solo quería que estuvieras a mi lado. No pensé en las consecuencias.” Su voz se fue apagando, como si las excusas ya no pudieran cambiar nada.
Suna se levantó, su mirada firme, como si una luz al final del camino brillara. “Pero te equivocaste,” dijo, sin titubeos. “Esta vez, no te voy a perdonar. Ya aclaré todo con Korhan, y a partir de ahora, quiero que mi vida esté libre de mentiras.” Ella se dio la vuelta, sin mirar atrás, como si su decisión ya estuviera tomada y no pudiera ser cambiada.
Yusuf permaneció inmóvil, observando cómo se alejaba Suna. Quiso decir algo, pero al ver la determinación en sus ojos, supo que sus palabras no servirían de nada. Ella ya había elegido su camino, un camino que él no podía seguir.
Mientras tanto, en otro rincón de la casa, Seyran estaba sola, con el corazón pesado después de la conversación con Ferit. Él no confiaba en ella, a pesar de que ella había dicho la verdad. Sentía como si la traición la envolviera, como si el amor entre ellos ya no fuera suficiente para superar la duda.
Cuando Ferit entró en la habitación, notó inmediatamente que Seyran no estaba bien. En lugar de encender la película como había planeado, tomó el control remoto y puso una canción que sabía que a Seyran le encantaba. La música llenó la habitación, y Ferit se acercó a ella, inclinándose cortésmente, como un caballero.
“No necesitamos palabras para resolverlo todo. Un baile puede ser suficiente.”
Seyran lo miró, todavía molesta, pero la melodía y el gesto sincero de Ferit la hicieron sentir algo de alivio. A veces, los pequeños actos tienen más poder que mil palabras. Con cierto renuente, puso su mano en la suya, y Ferit la abrazó, guiándola a un suave baile. En el ritmo de sus pasos, Seyran sintió el amor y el arrepentimiento de su esposo. Cada paso, cada nota, parecía calmar las heridas en su corazón. Y en ese momento, decidió perdonarlo.
Ambas historias sucedían en la misma casa, pero Suna y Seyran enfrentaban decisiones importantes sobre la verdad y el perdón. Suna había decidido no dejar que las mentiras afectaran su vida, mientras que Seyran eligió el camino del perdón, confiando en el amor y la sinceridad. Cada una había tomado su propio camino, pero ambas entendían que, en el amor, a veces son las acciones las que sanan las heridas más profundas.