Seyran estaba sentada sola en una habitación oscura, la luz tenue apenas suficiente para ver las palabras en la página frente a ella. Estaba reconsiderando todas sus decisiones. Sus sueños de toda la vida, sus planes para el futuro, ahora parecían desvanecerse poco a poco. La idea de renunciar a todo para convertirse en madre antes de lo que había planeado le rompía el corazón. El sentimiento de impotencia y miedo la invadía, como si toda esperanza estuviera desapareciendo.
Mientras tanto, Ferit se encontraba en un bar, levantando un vaso para brindar con sus amigos, pero en sus ojos, la alegría no venía del hecho de esperar un hijo. No veía el cambio como un nuevo hito en su vida, sino como una victoria, algo que sentía que había ganado después de tantas luchas. Para él, la sensación de estar en la cima, controlando todo, era lo más importante.
Mientras Seyran estaba preocupada, tratando de encontrar una forma de equilibrar sus deseos personales con la nueva responsabilidad, Ferit solo se preocupaba por demostrar que había ganado. Para él, tener un hijo no era un reto de amor o responsabilidad, sino una parte del juego en el que no quería perder. No se daba cuenta de que esta victoria no solo afectaría su vida, sino también la de Seyran, la mujer que aún no entendía completamente.
Aunque ambos tenían objetivos y perspectivas diferentes sobre la vida, este enfrentamiento no era una simple competencia. No se trataba solo de traer una nueva vida al mundo, sino de un punto de inflexión que cambiaría sus vidas para siempre. Seyran tendría que enfrentarse a decisiones difíciles, mientras que Ferit, con su sensación de victoria, probablemente tendría que aprender a enfrentar una realidad que nunca había considerado.