Abidin no suele mostrar sus emociones, pero cuando Suna le propuso detenerse a comer helado en el camino de regreso, no pudo rechazar su sonrisa radiante. Al principio, él solo escuchaba en silencio mientras Suna hablaba sobre cosas cotidianas de su vida, pero pronto comenzó a sentirse más cómodo y empezó a abrirse. Suna, con su suavidad y sinceridad, hizo que el ambiente fuera relajado y agradable.
La heladería cerca de la casa de Suna tenía un ambiente acogedor, con luces cálidas y pequeñas mesas de madera. Eligieron sus sabores de helado favoritos y se sentaron en una esquina tranquila. La conversación giró en torno a Ferit y Seyran, pero esta vez, Abidin sintió algo diferente. Suna no solo era una chica alegre y cercana, sino también una persona profunda, capaz de comprender las situaciones con mucha sensibilidad.
“¿Siempre te ha importado tanto Ferit?” – preguntó Suna, con la mirada llena de admiración.
“Es alguien a quien debo proteger, aunque a veces puede ser difícil de entender,” respondió Abidin, su voz calmada, pero llena de paciencia y cuidado.
El tiempo pasó rápidamente y la noche terminó en un ambiente tranquilo y cálido. Cuando Abidin dejó a Suna en su casa, de repente se dio cuenta de algo especial en su corazón. Por primera vez en mucho tiempo, sintió una extraña calidez, como si una pequeña llama se hubiera encendido en su interior. Este sentimiento lo hizo sonreír, ya que, por primera vez en años, sentía que había encontrado algo digno de ser apreciado.