Santiago llevaba días preparando todo. Quería que aquella invitación fuera especial, perfecta. Con el corazón latiendo como nunca, finalmente reunió el valor para invitar a Fina a cenar en su casa. Su voz tembló al decirlo, pero lo logró:
“¿Te gustaría venir a cenar conmigo? Algo tranquilo, en mi casa.”
Fina, sorprendida, se quedó en silencio por un momento. Aunque apreciaba la amistad de Santiago, sabía que sus sentimientos hacia ella eran más que evidentes. Con una sonrisa amable, rechazó la invitación:
“Gracias, Santiago, pero creo que no es buena idea. De verdad lo aprecio.”
Sin embargo, Santiago no estaba dispuesto a rendirse tan fácil. Su tono se volvió más cálido, casi suplicante:
“Fina, solo una cena entre amigos. Nada más, te lo prometo.”
La insistencia y la sinceridad de Santiago desarmaron a Fina. Contra todo pronóstico, aceptó.
“Está bien, pero recuerda, solo como amigos.”
La noche de la cena llegó, y Santiago había puesto su alma en cada detalle. La mesa estaba impecable, las luces tenues, y una suave música de fondo creaba el ambiente perfecto… o eso pensaba él. Pero mientras transcurría la cena, su nerviosismo traicionaba su promesa. Santiago no podía ocultar sus verdaderos sentimientos.
Cada gesto, cada mirada, cada palabra tenía un peso emocional que Fina no pudo ignorar. Intentó mantener la calma, pero finalmente, al ver que Santiago seguía buscando algo que ella no podía ofrecer, decidió enfrentar la situación de una vez por todas.
“¡Ya basta, Santiago!” exclamó, dejando los cubiertos en la mesa con fuerza. “No puedo seguir así. No quiero darte falsas esperanzas. Somos amigos y nada más.”
Las palabras de Fina fueron como una bofetada para Santiago. El silencio que siguió fue abrumador, pero también necesario. Santiago, aunque dolido, respiró hondo y asintió con la cabeza.
“Tienes razón, Fina. Perdóname. Prometo respetar tus límites.”
La cena terminó de manera abrupta, y Fina se fue poco después. Santiago, solo en su casa, reflexionó sobre lo ocurrido. Aunque le dolía aceptar la realidad, entendió que el respeto y la amistad genuina valían más que un amor no correspondido.
Esa noche, Santiago no ganó el corazón de Fina, pero sí aprendió una valiosa lección sobre el amor y la amistad.