Desde que Fina fue arrestada, el pequeño barrio se convirtió en un campo de batalla emocional. La gente no dejaba de susurrar, criticar, y las miradas inquisitivas hacían que el ambiente se volviera pesado. Fina no solo tenía que enfrentarse al juicio de la sociedad, sino que también veía cómo sus relaciones más cercanas se rompían debido a un secreto que nunca pensó que saldría a la luz. Amigos, personas en las que siempre confiaba, ahora la evitaban, dejándola sentir más sola y confundida que nunca.
Una noche, Claudia, llena de confusión e ira, decidió ir directamente a casa de Carmen. Cuando la puerta se abrió, en lugar de la cálida bienvenida acostumbrada, una atmósfera tensa envolvía el espacio entre ellas. Claudia no pudo contenerse más y, enfrentando a Carmen, le preguntó:
Carmen, ¿por qué no me lo dijiste? preguntó Claudia, su voz llena de reproche. Todo el dolor y la decepción que había guardado por tanto tiempo estallaron en un solo momento.
Carmen intentó explicar, pero sus palabras no lograban calmar la ira de Claudia.
Fina no quería hablar de eso. Ella tenía miedo del riesgo y yo solo quería protegerla.
Sin embargo, Claudia no podía entenderlo. Se sentía traicionada y ya no podía confiar en la explicación de Carmen.
No, Carmen. Tú no confiaste en mí. Y ahora no sé si podremos ser como antes.
Finalmente, Claudia dio la espalda y se alejó, dejando a Carmen de pie en la oscuridad, sintiendo que todo su mundo se desmoronaba pedazo a pedazo.