Miriam recibió un ramo de rosas rojas junto con una tarjeta de Alfredo, el hombre que una vez le había causado tanto dolor. En la tarjeta, él escribió: “Miriam, lo siento por los errores del pasado. Por favor, dame una oportunidad para enmendarlo.” Sosteniendo el ramo en sus manos, Miriam no pudo evitar recordar los momentos dolorosos en los que Alfredo la humilló frente a su familia, haciéndola sentir indigna. Esa herida aún estaba fresca en su corazón, y aunque las disculpas parecían sinceras, no estaba segura de poder perdonarlo.
Carmen, su mejor amiga, la animó a encontrarse con Alfredo para aclarar las cosas. “Quizás realmente ha cambiado y quiere arreglarlo. Hablar no te costará nada,” dijo Carmen. Pero Miriam negó con la cabeza, decidida. “No quiero volver a ese pasado. Él tuvo su oportunidad, y la desperdició,” respondió con firmeza. En lugar de enfocarse en Alfredo, Miriam eligió mirar hacia adelante y centrarse en su carrera en ascenso.
En su trabajo, Miriam encontró alegría y confianza. Su nuevo proyecto de diseño de interiores no solo recibió muchos elogios, sino que también le permitió conocer a nuevas personas. Entre ellas estaba Diego, un fotógrafo entusiasta y sincero, quien siempre la apoyaba para superar sus inseguridades. Con la presencia de Diego, Miriam comenzó a darse cuenta de que merecía cosas mejores en la vida, en lugar de vivir atrapada en las sombras de viejas heridas.
Un día, Alfredo apareció en la exhibición de Miriam con la esperanza de hablar con ella. Intentó convencerla de que había cambiado, pero Miriam solo sonrió y respondió con calma: “Gracias por venir, pero mi vida ahora es diferente. Estoy satisfecha con lo que tengo y no quiero volver al camino anterior.” Sus palabras no solo iban dirigidas a Alfredo, sino que también eran una afirmación para sí misma de que realmente había dejado todo atrás. Ahora vivía una vida libre y llena de esperanza.