Ese día, Miguel Ángel Vacas bajó de su coche, ajustó su chaqueta y observó la imponente casa de la familia De la Reina. Dentro, Damián y Jesús ya estaban listos para recibir al viejo amigo que, ahora, se había convertido en un candidato prometedor para el puesto de gobernador de la ciudad.
“¡Bienvenido, Miguel Ángel!” exclamó Damián, extendiendo los brazos para saludarlo.
“¡Exacto! Hace demasiado tiempo que no nos vemos,” añadió Jesús, con una mirada llena de esperanza.
Miguel Ángel entró en la casa con confianza, pero manteniendo una sonrisa amigable. Sabía que este encuentro no era solo una reunión entre amigos de toda la vida. Damián y Jesús tenían grandes expectativas, especialmente Jesús, quien estaba totalmente enfocado en su proyecto del balneario de aguas termales.
“¿Nos ayudarás a conseguir los permisos de construcción rápidamente?” preguntó Jesús, sin poder esconder la emoción en su voz.
Miguel Ángel sonrió, asintiendo con confianza. “No hay problema, lo lograremos. Tranquilos.”
Después de la cena, cuando todo parecía ir viento en popa, Jesús decidió invitar a Miguel Ángel a quedarse a pasar la noche. “Quédate aquí. Mañana temprano podemos discutir más sobre los siguientes pasos.”
Miguel Ángel aceptó sin pensarlo mucho, pero no sabía que, además de hablar sobre negocios, Jesús tenía otro motivo en mente. En el corazón de Jesús, siempre había ardido una llama silenciosa por Begoña, la mujer que amaba en secreto desde hacía tiempo. Sin embargo, a pesar de sus múltiples intentos, nunca había encontrado el momento ni el valor para confesárselo.
Esa misma noche, mientras Miguel Ángel descansaba en su habitación, Jesús salió al jardín, donde Begoña estaba sentada tranquilamente junto a la fuente. La luz de la luna iluminaba su rostro suave, y Jesús sintió que su nerviosismo aumentaba.
“Begoña,” llamó su nombre con voz temblorosa.
Ella se dio la vuelta y le dedicó una sonrisa ligera. “Señor Jesús, es tarde, ¿por qué no está descansando?”
Jesús sonrió, pero en su interior luchaba contra un torrente de pensamientos. “Solo quería preguntarte… ¿qué opinas de Miguel Ángel? Es un buen hombre, ¿verdad?”
Begoña asintió, con una chispa de curiosidad en sus ojos. “Es muy educado e inteligente. Creo que será un buen líder.”
Jesús sonrió, pero no dijo nada más. Aunque deseaba aprovechar la oportunidad para expresar sus sentimientos, decidió guardar su confesión por una noche más, esperando que el mañana le trajera un nuevo comienzo, no solo para sus proyectos, sino también para su relación con Begoña.
Mientras tanto, Miguel Ángel, desde su habitación, reflexionaba sobre lo que el día siguiente podría traer. Para él, encuentros como este no solo se trataban de política o beneficios económicos, sino de fortalecer las relaciones significativas en su vida.