Sueños de libertad: La Guerra Silenciosa, Patricia Contra Jesús

Patricia Lambert entró en la oficina de Jesús con una mirada llena de furia. Habían pasado varios meses desde que fue arrastrada al aterrador caso de extorsión que él había orquestado. Pero hoy, ya no era la mujer débil, asustada y amenazada que había sido. Había encontrado su fuerza, y en sus ojos brillaba una luz que desafiaba, llenando el aire de una sensación peligrosa. “Jesús, tu juego ha terminado,” dijo, con la voz fría como el hielo, sin vacilar.

Jesús se encogió de hombros, intentando mantener su apariencia tranquila como siempre, pero un leve rastro de preocupación comenzó a asomarse en sus ojos. “No tienes nada contra mí,” respondió, con tono calmado. No podía imaginar que Patricia, la misma mujer que había manipulado tan fácilmente, ahora se enfrentara a él de esa manera. Todo parecía seguir bajo su control, al menos hasta ese momento.

Patricia no iba a dejar que la engañara una vez más. “No seas tan confiado. He recolectado suficientes pruebas. Vas a pagar por lo que has hecho,” respondió, con los labios firmemente apretados y una mirada decidida. Esas palabras fueron como una bomba que estalló en el aire. Ya no tenía miedo, no iba a inclinarse ante sus amenazas ni sus extorsiones. Había investigado, encontró las grietas en el imperio criminal que él había construido, y ahora estaba lista para usarlo en su contra.

Jesús comenzó a sentir la presión. Por primera vez en todo este tiempo, ya no se sentía seguro de sí mismo. Patricia ya no era la mujer débil que él podía controlar con facilidad. Cierto, ella no tenía pruebas inmediatas para llevarlo a la cárcel, pero la determinación en su mirada y las palabras tajantes que le lanzó hicieron que no pudiera evitar sentirse nervioso. Este enfrentamiento acababa de comenzar, y ambos sabían que el final no sería tranquilo. Patricia estaba lista, y Jesús ya no estaba tan seguro de su propia seguridad como antes.

Ahora, la batalla no se trataba de poder o dinero, sino de supervivencia. Jesús tendría que pagar, pero Patricia también sabía que para derrotarlo, tendría que arriesgarlo todo.

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