El pequeño barrio donde vivía Fina nunca había experimentado un terremoto emocional como este. La noticia de su arresto por ser lesbiana se difundió rápidamente como fuego en un campo seco, llegando a cada rincón del vecindario. La gente susurraba, hablaba en voz baja, y las miradas inquisitivas llenaban las calles familiares.
Claudia, la mejor amiga tanto de Fina como de Carmen, se sentía como si la hubieran apuñalado por la espalda. No podía creer que las personas en las que más confiaba le hubieran ocultado un secreto tan grande. Pensaba que la amistad entre las tres era incondicional, pero ahora, al descubrirlo, Claudia sentía que se había convertido en una extraña en su propia vida. Buscó a Carmen, esperando una explicación, pero la decepción en su corazón hacía que cada paso fuera más pesado. Al enfrentarse a Carmen, su frustración ya no pudo ser contenida:
—¿Cómo pudisteis esconderme esto tanto tiempo? —gritó, su voz temblando de decepción. “¡Confiaba en vosotras, y ahora siento que me habéis traicionado!”
Carmen miró a Claudia, tratando de mantener la calma, pero en sus ojos se reflejaba la tristeza. Sabía que no sería fácil explicar lo sucedido, pero también entendía que su silencio había empeorado todo.
—Claudia, no es un secreto fácil de contar —respondió Carmen, su voz más suave. “Especialmente en este lugar, donde todos juzgan y critican. Fina no quería enfrentar el juicio de la gente.”
Sin embargo, las palabras de Carmen no calmaron la ira de Claudia. Sentía que la traición era más dolorosa de lo que había imaginado, no solo de parte de Carmen, sino también de Fina, a quien había compartido todos sus secretos durante tantos años.
—¡Yo os conté todo! ¡Confiaba en vosotras! ¿Y ahora resulta que no me habéis confiado en lo que más importaba? ¿Acaso pensabais que iba a traicionar a Fina? —gritó Claudia, las lágrimas comenzando a caer.
Carmen permaneció en silencio, con los ojos llenos de arrepentimiento y desesperación. Sabía que no había excusas para su silencio. Pero cuando Claudia dio la espalda y se alejó, Carmen no pudo hacer nada más que quedarse allí, sintiendo una carga más pesada que nunca. Todo a su alrededor parecía desmoronarse, y la soledad la envolvía mientras veía cómo lo que una vez unió a las tres amigas ahora se desmoronaba.