En la película, uno de los momentos más emotivos ocurre cuando el nuevo comercial, Santiago, intenta conectar con Fina compartiendo su propia experiencia de dolor: la muerte de su madre. A lo largo de su relato, Santiago revela una verdad desgarradora: su relación con su madre estaba llena de distanciamiento y, cuando ella falleció, ambos estaban peleados por una disputa trivial. “Es algo que nunca podré perdonarme”, admite con un tono de arrepentimiento profundo.

Al escuchar la confesión de Santiago, Fina se ve inevitablemente transportada a su propia experiencia con la muerte de su padre, Isidro. Aunque el dolor de la pérdida sigue presente, Fina se consuela al recordar que su padre partió sabiendo cuánto ella lo amaba y que su relación no estaba marcada por rencores. Este contraste entre su vivencia y la de Santiago le ofrece una nueva perspectiva sobre el duelo, llevándola a valorar la importancia de las relaciones familiares y el poder de la reconciliación antes de que sea demasiado tarde.

A través de este encuentro, la película no solo muestra las cicatrices emocionales que deja la muerte, sino también cómo cada experiencia de duelo es única. Mientras que Santiago enfrenta su arrepentimiento por no haber sanado su relación con su madre, Fina encuentra consuelo en saber que su última interacción con su padre fue llena de amor y comprensión.

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