Gaspar había pasado meses escribiendo cartas a Dolores, una mujer misteriosa con la que se había conectado por correspondencia. Su corazón latía con fuerza mientras esperaba el día de su primer encuentro en persona. Vestido con su mejor traje, Gaspar se encontraba nervioso en una pequeña taberna del pueblo, el lugar donde habían acordado verse. Cuando Dolores llegó, un silencio inesperado invadió el lugar. Su belleza era tan deslumbrante que no solo dejó atónito a Gaspar, sino también a Carmen, la dueña de la taberna, y a Tasio, su mejor amigo.
La presencia de Dolores rápidamente se convirtió en el centro de atención. Carmen, conocida por su carácter directo, no dudó en elogiar a Dolores frente a todos, provocando que Gaspar se sonrojara de vergüenza. Tasio, famoso por sus bromas, comenzó a contar anécdotas divertidas sobre Gaspar, haciendo que todos en la taberna se rieran a carcajadas. Sin embargo, esto solo aumentó la determinación de Gaspar por demostrar sus sentimientos.
A pesar de su timidez, Gaspar comenzó a hablar con Dolores. Le habló sobre las cartas que habían intercambiado, sobre los sueños y esperanzas que habían compartido. Dolores, con una sonrisa suave, escuchaba atentamente y respondía con sinceridad. La conexión entre ellos parecía fortalecerse con cada palabra, a pesar de las miradas curiosas de los demás.
Ese primer encuentro no solo marcó un gran paso en la relación entre Gaspar y Dolores, sino que también abrió un nuevo capítulo en la vida de Gaspar. Se dio cuenta de que, para alcanzar la felicidad, a veces era necesario superar la timidez y seguir el llamado del corazón. Dolores ya no era solo una amante por correspondencia; ahora se había convertido en una parte importante de su vida, prometiendo un futuro lleno de posibilidades.