La muerte de Isidro, el amable y respetado conductor de autobús, dejó un gran vacío en el corazón de todos. Todo el vecindario estaba conmocionado y triste. Pero tal vez, las dos personas que más sufrieron fueron Fina, la hija menor de Isidro, y Digna, su amiga más cercana.
Fina, una joven que aún no podía aceptar la partida de su padre, solía culparse por no haber pasado más tiempo con él. La imagen de su padre, débil y solo en la cama del hospital, le desgarraba el corazón. Digna, con su gran corazón, siempre estaba a su lado para consolarla y animarla. Le contaba las historias felices que Isidro solía compartir. Sin embargo, esas palabras de consuelo no lograban aliviar el dolor que Fina sentía.
Para olvidar su tristeza, Fina decidió regresar a trabajar en la tienda de abarrotes familiar. Creía que el trabajo la mantendría ocupada y le ayudaría a olvidarse del dolor. Cada día, Fina llegaba más temprano que nunca a la tienda, limpiaba el mostrador y organizaba los productos. Trabajaba incansablemente, con la esperanza de que el agotamiento la haría dormir y olvidar los sueños sobre su padre.
Mientras trabajaba, Fina descubrió un viejo cuaderno de su padre. Este cuaderno contenía notas sobre la vida de Isidro, sus pensamientos, y sueños que nunca había compartido con nadie. Fina leía cada página, cada palabra, y sentía que estaba conversando directamente con su padre. Comprendió que él había vivido una vida llena de amor y significado.
A través del cuaderno, Fina se enteró de lo mucho que su padre amaba su trabajo como conductor de autobús. Había conocido y hecho amigos en cada uno de sus viajes. Siempre quiso llevar alegría a las personas. Fina se dio cuenta de que su padre no había estado solo, como ella pensaba. El amor que él sentía por los demás y el respeto que los demás le tenían se habían convertido en un tesoro invaluable.