Fina había guardado su secreto durante años, un sentimiento profundo que había crecido dentro de ella, pero nunca había tenido el valor de compartir. Sin embargo, en un momento de profunda reflexión y coraje, decidió que ya no podía seguir viviendo con esa carga. La mujer a la que confiaba todas sus inquietudes y pensamientos era Digna, una amiga cercana de su difunto padre, que siempre había mostrado un oído atento y un consejo sabio. Fina sabía que, aunque la revelación fuera arriesgada, Digna era la única persona que podría comprenderla.
En una tarde tranquila, sentadas frente a una chimenea que iluminaba el ambiente con un suave resplandor, Fina comenzó a hablar, con la voz temblorosa pero firme: “Digna, hay algo que he guardado en mi corazón durante mucho tiempo… y siento que ya no puedo seguir callando. Estoy enamorada… de una mujer”. El aire en la habitación se detuvo por un instante. Fina, con los ojos humedecidos, continuó: “Y esa mujer es Marta.”
Digna, sorprendida pero con una mirada llena de comprensión, la observaba en silencio. La matriarca de los Merino había sido testigo de muchas cosas a lo largo de los años, pero esto era algo inesperado, algo que desafiaba las normas que había seguido toda su vida, un amor que no solo era poco convencional, sino también profundamente personal para Fina.
El silencio entre ambas se alargó mientras Digna procesaba lo que acababa de escuchar. En su rostro no se leía ni enojo ni sorpresa, solo una calma que sugería que sus pensamientos se entrelazaban con recuerdos del pasado y principios firmes que había mantenido durante toda su vida.
Finalmente, Digna rompió el silencio. Con una voz suave pero llena de autoridad, dijo: “Fina, has tenido el valor de compartir conmigo algo tan íntimo, y te agradezco por confiar en mí. Sin embargo, este amor tuyo no es solo algo que afecte a ti, sino también a tu familia y a nuestra tradición. He visto el sufrimiento de aquellos que no siguieron el camino que esperaban de ellos. No puedo decirte qué hacer, pero lo que sí te puedo decir es que todo amor, incluso el más inesperado, merece ser respetado.”
Fina sintió un alivio inesperado al escuchar las palabras de Digna. Aunque no obtuvo la respuesta definitiva que esperaba, al menos no fue rechazada. Había dado el primer paso hacia la aceptación, y eso significaba más para ella que cualquier otra cosa. Ahora, solo quedaba esperar y ver si Digna, con su sabiduría y sus años de experiencia, podría ayudar a guiarla en un camino lleno de desafíos y decisiones difíciles.
El amor de Fina por Marta, aunque aún incierto en cuanto al futuro, había encontrado un rincón seguro donde podía florecer, aunque el resto del mundo no lo comprendiera. Y en ese rincón, Fina supo que, al final, lo más importante era ser fiel a sí misma, sin importar las expectativas de los demás.