Con el tiempo, y después de muchos esfuerzos, la relación entre Jesús y Begoña comenzó a mejorar. Gracias al apoyo de Begoña, Jesús pudo hacer las paces con Julia, con quien había tenido conflictos durante mucho tiempo. Con la ayuda de ella, Jesús comenzó a entender la importancia de reparar las relaciones que había dañado, y poco a poco empezó a enmendar los errores del pasado.
Para compensar por sus acciones pasadas, Jesús decidió devolver todo el dinero que había tomado de Begoña. Era una decisión importante, y esperaba que esto fuera una forma de demostrar que realmente quería corregir sus errores. Sin embargo, sabía que no sería fácil, porque la confianza de Begoña estaba profundamente herida.
Cuando Begoña recibió el dinero de sus manos, no sintió alivio ni alegría. En cambio, la desconfianza y el dolor seguían presentes en ella. Miró a Jesús fijamente, con los ojos llenos de duda, y le preguntó: “Nunca haces nada sin un propósito. ¿Crees que puedes sobornarme?” Su tono era frío, sin suavidad alguna.
Jesús, sintiendo el dolor y la inseguridad en la pregunta de Begoña, le explicó pacientemente: “No quiero sobornarte, Begoña. Lo hago porque lo siento desde el corazón, para demostrar que quiero cambiar. Quiero que dejemos de tener estas luchas innecesarias y podamos construir una relación más armoniosa, sin engaños ni desacuerdos.”
Aunque las heridas del pasado seguían allí, Begoña aún no había perdonado por completo, pero podía sentir la sinceridad en las palabras de Jesús. Sin embargo, eso no significaba que pudiera olvidar lo que había sucedido tan fácilmente. El tiempo y las acciones de Jesús serían los que determinarían si ella podía confiar en él nuevamente.
Su historia aún no había terminado. Jesús sabía que el cambio no sería fácil y tomaría tiempo, pero estaba decidido a no rendirse, con la esperanza de que algún día Begoña vería que él realmente quería empezar de nuevo.