Después de días llenos de tensión y huida, Suna y Abidin finalmente encontraron un refugio seguro en la casa de Pelin. La calma de la casa ayudó a aliviar, al menos en parte, las preocupaciones que ambos sentían. En esos momentos de tranquilidad, una conversación profunda entre Abidin y Suna comenzó a desarrollarse.
Abidin, un hombre fuerte y reservado, comenzó a mostrar lados más vulnerables de su personalidad. Compartió con Suna su pasado, sus sueños y los miedos que había enfrentado. Al escuchar a Abidin, Suna sintió una profunda empatía. Se dio cuenta de que, detrás de su fachada fría, Abidin era un hombre cálido y confiable.
Durante la conversación, algo comenzó a nacer en el corazón de Abidin hacia Suna. Se sintió atraído por la inteligencia, la fortaleza y la bondad de ella. Sin embargo, Abidin trató de reprimir sus sentimientos. Sabía que entre ellos había demasiados obstáculos y que un amor como ese no era posible.
Pelin, con su aguda intuición, notó el cambio en la relación entre Abidin y Suna. Con delicadeza, le preguntó a Abidin si le gustaba Suna. La pregunta de Pelin dejó a Abidin confundido y nervioso. Intentó evitar una respuesta directa, temeroso de que, al admitir sus sentimientos, todo se volviera aún más complicado.