La puerta del dormitorio se abrió, revelando una escena que dejó a Ferit y Seyran paralizados. Kazim yacía inmóvil en el suelo, con el rostro pálido. Suna estaba de pie junto a él, sus ojos llenos de miedo y arrepentimiento. Sus manos temblorosas señalaban a su padre. “Lo hice por ti,” susurró, con la voz ahogada.
En los ojos de Suna, Ferit vio el sacrificio y el amor incondicional que ella sentía por su hermana. Entendió que, en ese momento de desesperación, Suna hizo todo lo posible para proteger a Seyran. Sin embargo, el horror de la tragedia era evidente en sus ojos. Se acercó suavemente a Suna y la abrazó con fuerza. “No es tu culpa,” susurró, tratando de consolarla en ese momento.
La policía llegó rápidamente al lugar. Bloquearon la habitación, realizaron una inspección y tomaron declaraciones de los presentes. Suna fue arrestada y llevada a la comisaría. Seyran y Ferit no pudieron hacer nada más que esperar el resultado de la investigación.
En la cárcel, Suna estaba obsesionada por lo que había sucedido. No podía perdonarse por haber causado la muerte de su padre. A pesar del apoyo de Seyran y Ferit, el dolor en su corazón no desaparecía.
Durante la investigación, la policía descubrió muchos secretos oscuros sobre Kazim. Resultó que no solo era un padre autoritario, sino también un maltratador. Solía golpear a su esposa e hijos, causándoles mucho sufrimiento.
Esta nueva evidencia permitió que Suna fuera liberada. La opinión pública la apoyó y muchos la consideraron una víctima, no una culpable.”