Doña Pía regresó a la mansión con pasos firmes, pero como un espectro del pasado. La casa, que alguna vez fue su refugio, ahora le parecía un mausoleo donde sus secretos y amores rotos aún susurraban entre las paredes. El aire estaba cargado con la tensión de los recuerdos que regresaban, de las cicatrices que nunca sanaron. Su presencia despertó viejos miedos y resentimientos enterrados, tanto en los pasillos como en los corazones de los que aún habitaban allí.
Petra, la actual dueña de la mansión, sintió un nudo en el estómago tan pronto como la vio entrar. En un acto impulsivo, la siguió hasta la cocina, donde la confrontó. Su voz temblaba, pero sus palabras eran duras como el acero.
—No te equivoques, Pía. Yo sigo siendo la jefa aquí, y no voy a permitir que me arrebates lo que es mío.
Doña Pía la miró con ojos que parecían atravesarla, pero su sonrisa no vaciló. Era una sonrisa extraña, que parecía ocultar un secreto antiguo y peligroso.
—No vine por tu puesto, Petra. Vine por lo que dejé pendiente.
El silencio que siguió a sus palabras fue denso, como si el tiempo mismo se hubiera detenido en ese instante. Petra no sabía si quería gritar, correr o enfrentarla con más furia, pero algo en la mirada de Pía la mantenía inmóvil.
Mientras tanto, en la biblioteca, el señor Pellicer estaba solo, perdido entre los libros que ya no le traían consuelo. La vista de Pía, aquella figura fantasmal que había llorado como si estuviera muerta, lo sumió en un mar de emociones encontradas. Sentía cólera, pero también algo más profundo, algo que no podía identificar: tristeza, arrepentimiento, o tal vez, el eco de un amor nunca correspondido.
¿Cómo era posible que ella estuviera allí, viva, cuando él había aceptado su partida como una verdad irrefutable? Su regreso desenterraba sentimientos que había creído enterrados, y los recuerdos de lo que una vez compartieron lo golpeaban con una fuerza inesperada.
Pero la pregunta que lo atormentaba era una sola: ¿por qué volvió Pía? ¿Qué busca realmente?
Mientras la mansión volvía a llenarse con las sombras del pasado, las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar. Pía no había regresado por venganza ni por robarle a Petra su lugar; su propósito era mucho más profundo. Lo que había dejado pendiente, lo que nunca terminó, estaba esperando ser resuelto. Y en el corazón de la mansión, tanto Petra como Pellicer serían piezas clave en el desenlace de una historia que ni el tiempo ni la muerte habían logrado sepultar.