La atmósfera en la mansión de los Luján era densa, como si una tormenta estuviera a punto de estallar. Cruz entró al despacho de Rómulo con la mirada fría y llena de ira. “¿Crees que no me he dado cuenta?” dijo con voz ronca, conteniendo sus emociones. “Leocadia. ¿Por qué está aquí? ¡Creí que había muerto hace mucho tiempo!”
Rómulo, conocido por su habitual calma, mostró por primera vez una clara señal de tensión. Se levantó y rodeó el escritorio, como si buscara mantener una distancia segura de Cruz. “No sé de qué estás hablando”, respondió intentando que su voz sonara serena. Pero sus ojos, incapaces de ocultar su inquietud, parecían buscar una salida.
“¡No mientas!” exclamó Cruz, dando un paso más hacia él. “Leocadia trae un secreto, y lo descubriré. ¿De verdad crees que puedes esconderlo para siempre?”
Rómulo guardó silencio, pero sus manos, apretadas contra el borde del escritorio, traicionaban su nerviosismo. Sabía que Leocadia no había regresado sin un propósito. Ella traía consigo pruebas de un crimen que él había cometido años atrás. Un crimen que, si salía a la luz, no solo destruiría la reputación de la familia Luján, sino que también lo empujaría a un callejón sin salida.
Mientras tanto, Julia, una joven de mirada aguda e inteligente, observaba en silencio desde el pasillo exterior. Sabía que este enfrentamiento significaba mucho más que una simple disputa familiar. Julia sospechaba desde hacía tiempo que la familia Luján escondía oscuros secretos, y ahora, con la llegada de Leocadia, tenía la oportunidad de descubrir la verdad.
Julia observaba con atención, recogiendo cada detalle, desde las expresiones de Rómulo hasta cada palabra de Cruz. Sin embargo, lo que no esperaba era que Cruz, a pesar de enfrentarse a Rómulo, también tuviera sus propios motivos ocultos. Detrás de su ira no solo estaba el dolor de sentirse traicionada, sino también la ambición de apoderarse de todo lo que pertenecía a los Luján.
La tormenta seguía acumulándose silenciosamente en aquella habitación. Cuando Cruz se marchó con una mirada amenazante, Rómulo supo que su tiempo se estaba agotando. Leocadia estaba esperando en algún lugar, y no solo pondría en peligro a él, sino también a toda su familia. Mientras tanto, Julia, con su curiosidad y determinación, se encontraba entrando en un juego mucho más peligroso de lo que había imaginado.