Martina no podía soportar la idea de que su hermano Curro fuera obligado a casarse con Catalina en un matrimonio concertado que no quería. La idea de verlo atrapado en una vida infeliz le revolvía las entrañas. Había crecido viendo cómo su familia, bajo la autoridad de su padre Lorenzo, siempre había seguido las viejas tradiciones. Sin embargo, esta vez no podía quedárselo dentro. No podía permitir que su hermano perdiera su libertad de elegir, y mucho menos su felicidad.
Con el día de la boda de Catalina acercándose, Martina sabía que el tiempo se le estaba acabando. Con determinación, se enfrentó a su padre en el despacho familiar, el corazón latiendo fuerte en su pecho.
—Padre, no puedes hacer esto. Curro no quiere casarse con Catalina. ¡No es justo! —exclamó con voz temblorosa, pero firme.
Lorenzo, que siempre había ejercido su autoridad con mano de hierro, la miró con desdén. Sabía que su hija era de carácter fuerte, pero nunca imaginó que llegaría a desafiarle de esta manera.
—Martina, las tradiciones familiares son sagradas. No te atrevas a cuestionarlas —dijo Lorenzo, cruzando los brazos. Su tono era grave, y su mirada de reproche dejó claro que no pensaba ceder.
Pero Martina no se detuvo. Desesperada, recurrió a todos los medios a su alcance: habló con amigos cercanos, contactó con personas influyentes de la comunidad, y hasta fue a ver a Catalina, pidiéndole que hablara con su familia para cancelar la boda. Sabía que sus esfuerzos serían en vano si no lograba que Curro tomara una decisión firme.
Finalmente, con la boda a la vuelta de la esquina, Martina acudió a Curro, que, aunque a regañadientes, había aceptado la imposición de su padre. Con lágrimas en los ojos, le suplicó que luchara por su vida y su libertad.
—Curro, esto no es tu vida. Tienes que ser libre para elegir, para ser feliz. No dejes que nuestro padre decida por ti —le dijo, sujetando sus manos con fuerza.
Curro, con el alma dividida entre el deber y el amor fraternal, se dio cuenta de lo que su hermana estaba haciendo por él. La angustia en su rostro desapareció, y en su lugar apareció una chispa de decisión. En ese momento, Curro tomó una decisión que cambiaría todo.
Martina no solo luchaba por su hermano, sino también por romper con una tradición que consideraba injusta. Enfrentarse a su padre, a la estructura familiar que había gobernado la vida de todos, no iba a ser fácil. Sin embargo, ella sabía que, si no lo hacía, nunca podrían escapar de las cadenas de un sistema que les imponía un destino sin tener en cuenta sus deseos.
¿Lograría Martina encontrar una solución antes de que la boda fuera irreversible? La promesa de un futuro mejor para su hermano dependía de esa última batalla, una lucha por la libertad en un mundo que parecía empeñado en atarlos a un pasado que ya no tenía sentido.