La luz tenue iluminaba la habitación, creando un ambiente sombrío y perturbador. Kazim, con la cara roja de ira, apretaba con fuerza el cuello de Seyran. Sus ojos salían de sus órbitas, su mirada parecía querer destrozar a su hija.
‘¡Dime dónde está Suna!’ La voz ronca de Kazim resonó en la habitación, cargada de furia extrema.
Seyran intentaba forcejear, pero su fuerza era demasiado débil en comparación con la de Kazim. Tosía con dificultad, su rostro se tornó morado. En ese momento desesperado, Suna, que se escondía detrás de la puerta, escuchó el débil grito de auxilio de su hermana. Su corazón se apretó con dolor. No pudo soportar más esta escena desgarradora, así que decidió actuar.
Con las manos temblorosas, Suna tomó una pesa cercana. Cerró los ojos, reunió todas sus fuerzas y la golpeó con fuerza en la cabeza de su padre. Kazim cayó al suelo, inmóvil.
El silencio invadió la habitación. Seyran y Suna quedaron paralizadas, mirando fijamente al hombre que yacía inmóvil en el suelo. Las dos hermanas se abrazaron con fuerza, las lágrimas corriendo por sus rostros.