En la vieja cocina, la luz amarilla iluminaba los platos brillantes. Sultan y Şefika estaban haciendo inventario de los suministros, preparándose para la cena de la familia. El ambiente, que normalmente era tranquilo, se volvió pesado cuando Şefika frunció el ceño y señaló las estanterías vacías.
“¡No puedo entenderlo! ¿Por qué falta tanta comida? ¡Es como si alguien estuviera robando!” La voz de Şefika resonó, fría y llena de reproche.
Sultan, de pie junto a ella, miraba al vacío, sus ojos perdidos en la distancia. Las quejas de Şefika trajeron a su mente un recuerdo doloroso. Recordó aquellas noches cuando Ferit, en su borrachera, se colaba en la cocina. Sultan, con su corazón generoso, siempre había estado a su lado, cuidándolo, y a veces, habían cruzado límites. Esos momentos, que habían sido un secreto entre los dos, ahora se volvían claros en su mente.
“¡Seguro que es cosa de Seyran!” Sultan murmuró, con la voz temblorosa. Intentaba echarle la culpa a Seyran, la nuera que no soportaba, para ocultar su propio pasado.
Şefika levantó una ceja, su mirada llena de duda. “¿Seyran? ¿Cómo iba ella a llevarse la comida del almacén? ¡Si está ocupada con sus cosas de belleza y salidas!”
Sultan sintió ira y vergüenza. Había revelado su pasado de manera torpe. Sabía que no podía cambiar nada, pero aún intentaba justificar sus acciones.
“¡No lo entiendes! Seyran es una chica astuta, hará lo que sea para conseguir lo que quiere.” Sultan dijo, elevando su voz.
Şefika negó con la cabeza, sin querer escuchar más. Se dio la vuelta y continuó revisando los productos. Sultan permaneció allí, sola y llena de arrepentimiento. Se dio cuenta de que había intentado esconder su pasado por tanto tiempo, que se había convertido en una carga pesada sobre su alma.
En ese momento, Sultan entendió que debía enfrentar su pasado. Necesitaba perdonarse a sí misma y a Ferit. También se dio cuenta de que culpar a otros no resolvería nada. Tenía que encontrar la manera de superar las heridas y comenzar una nueva vida.
Sultan salió de la cocina, con el corazón pesado. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero estaba lista para enfrentarlo. No dejaría que el pasado siguiera atormentándola.
Mientras tanto, Şefika continuó con su trabajo, sin saber nada de los conflictos internos de Sultan. Solo le importaba encontrar a la persona responsable de la escasez de alimentos, sin importar si eso podría dañar a otros o no.
La historia de Sultan y Şefika es una historia de arrepentimiento, perdón y madurez. Muestra que el pasado puede perseguirnos, pero siempre tenemos la opción de superarlo y comenzar una nueva vida.