La luz tenue de la lámpara iluminaba el rostro radiante de Mateo, quien, con determinación, le dijo al padre Agustín que quería casarse con Claudia al día siguiente. El padre Agustín, sorprendido, le aconsejó pensar bien antes de tomar una decisión tan importante, pero Mateo, firme en su amor, respondió que ya había reflexionado y no le importaba la desaprobación de su familia, solo necesitaba al padre como testigo.
Mientras tanto, Marta y Fina disfrutaban de su nueva vida en la mansión que habían arrebatado a la familia Álvarez-Hermoso. Aunque rodeadas de lujo, el miedo las acechaba: el chófer que las había ayudado con sus planes malvados había sufrido un infarto, y temían que la verdad saliera a la luz.
Begoña, la hija de Julia, sospechaba sobre la muerte de su padre y las acciones de su madrastra. Decidió investigar y, aunque Julia trató de ocultar la verdad, Begoña insistió. Fue Andrés, el hermano de Begoña, quien reveló que su padre no era una buena persona, lo que la hizo aún más determinada a descubrir la verdad.
La boda de Mateo y Claudia se celebró con simplicidad, rodeados de pocos amigos. Después, decidieron empezar una nueva vida lejos de los dramas del pasado. Mientras tanto, Begoña seguía buscando pistas sobre la muerte de su padre. El futuro de todos estaba lleno de incertidumbres y preguntas sin resolver.