Kazim, el hombre poderoso y autoritario, estaba sentado en su despacho, su rostro pálido debido a la furia que lo consumía. La llamada de Suna recién recibida fue como una puñalada en su corazón. La hija que siempre había considerado dócil y obediente, ahora se atrevía a desafiarlo y quería vivir libremente. Kazim no podía aceptar esto.
Con la determinación de traer a Suna de regreso a Antep, Kazim se dirigió en silencio a la casa de los Korhan. Había investigado a fondo y sabía que Suna estaba escondida en algún lugar dentro de esa casa. Con expresión fría, Kazim se dirigió directamente hacia la habitación de Seyran y Ferit, donde había determinado que Suna se encontraba.
La puerta de la habitación se abrió de golpe, revelando la cálida escena de una familia. Seyran y Ferit estaban sentados juntos, con expresión preocupada. Al ver aparecer a Kazim, ambos se quedaron paralizados.
“¿Dónde está Suna?” La voz de Kazim era helada, llena de amenaza.
Seyran y Ferit se miraron con preocupación. Sabían que no podían dejar que Kazim encontrara a Suna.
“No tiene derecho a buscarla aquí, Kazim,” dijo Ferit con voz firme. “Suna tiene derecho a vivir su vida.”
Kazim sonrió con desdén, su mirada llena de desprecio. “Hijo, no entiendes nada sobre el poder. Suna es mi hija, y yo tengo el derecho de decidir sobre su vida.”
Una confrontación tensa estalló. Kazim intentó irrumpir en la habitación donde Suna se estaba escondiendo, pero Ferit y Seyran lo detuvieron a tiempo. Lo empujaron fuera de la habitación y cerraron la puerta con fuerza.
Mientras tanto, Suna temblaba de miedo. Escuchaba los gritos y el ruido de objetos rompiéndose afuera. Sabía que Kazim nunca se rendiría.
Seyran y Ferit intentaron comunicarse con la policía, pero Kazim había cortado todas las líneas de comunicación. Sabían que tendrían que enfrentarse a la situación por su cuenta.
Con valentía y determinación, Seyran encontró una manera de ayudar a Suna a escapar. Creó una densa cortina de humo que envolvió la habitación, cegando a Kazim y dándoles la oportunidad a Suna de escabullirse.
Mientras Kazim luchaba con el humo, Seyran y Ferit lograron escapar con Suna por una ventana trasera. Corrieron rápidamente, sin atreverse a mirar atrás. Kazim gritó furioso, pero no pudo alcanzarlos.
La persecución angustiosa había terminado. Seyran, Ferit y Suna se habían librado de la caza de Kazim. Sin embargo, sabían que la batalla aún no había terminado. Kazim no dejaría esto pasar fácilmente. Tendrían que encontrar una forma de empezar una nueva vida, una vida en la que pudieran elegir su propio destino.