En el silencio del palacio Korhan, Halis, el hombre poderoso y majestuoso, sostenía una pluma de ave de pico de ganso en su mano. Su mirada estaba llena de tristeza, perdida en el horizonte. La noticia de que Hatuc regresaría a Antep para organizar el matrimonio de su sobrina había herido su corazón. Halis y Hatuc, dos personas de generaciones diferentes, compartían un dolor común. Estaban atados por las estrictas tradiciones de la familia Korhan, que ya habían marcado su destino desde el nacimiento. Como líder de la familia, Halis no podía ir en contra de las reglas establecidas. Pero en lo más profundo de su alma, sentía una gran pena al ver a Hatuc, una mujer talentosa e independiente, siendo restringida por las antiguas costumbres.
Con manos temblorosas, Halis comenzó a escribir. Las palabras fluían de su corazón, llenas de emociones sinceras que nunca había expresado antes. Escribió sobre los profundos sentimientos que tenía hacia Hatuc, su admiración por sus cualidades nobles y la tristeza de tener que despedirse. “Querida Hatuc,” escribió, “Cuando recibas estas palabras, mi corazón se partirá. Sé que esto te traerá mucho dolor. No puedo cambiar las tradiciones de nuestra familia, pero quiero que sepas que siempre te he valorado. Eres una mujer fuerte e independiente. Estoy seguro de que superarás todas las dificultades y hallarás la felicidad por ti misma. Siempre te seguiré desde lejos.”
Al terminar la carta, Halis sintió un pequeño alivio. Dobló la carta cuidadosamente y pidió a alguien que se la entregara a Hatuc. Mientras tanto, Hatuc estaba empacando sus pertenencias para regresar a Antep. Se sentía vacía y triste. La vida en la mansión Korhan le había dado muchos recuerdos hermosos, pero también era el lugar donde sus sueños y aspiraciones quedaban atrapados. Cuando recibió la carta de Halis, el corazón de Hatuc se derritió. Leía una y otra vez esas palabras, buscando algo de esperanza. Entendió que Halis también estaba sufriendo tanto como ella. La carta era una despedida cargada de emoción, pero al mismo tiempo un consuelo, un recordatorio de que no estaba sola.
Hatuc decidió enfrentar el futuro con un espíritu optimista. No permitiría que las viejas tradiciones frenaran su vida. Construiría una nueva vida, una en la que podría elegir su propio camino. La carta de Halis no solo era una despedida, sino también una afirmación de los sentimientos sinceros entre los dos. Había superado todas las barreras familiares, todas las tradiciones, para conectar sus corazones.