Suna se sentaba sola en la esquina de la habitación, con los ojos llenos de tristeza. La familia Sanli, donde nació y creció, siempre le había dado una sensación de asfixia y ataduras. Las expectativas, las reglas implícitas y los matrimonios arreglados la hacían sentir como un pájaro atrapado en una jaula.
En medio de su desesperación, Suna conoció a Abidin, un amigo cercano de la familia. Abidin siempre había sido quien la escuchaba y comprendía. Sabía bien las dificultades que Suna enfrentaba.
“Suna, no estés tan triste,” dijo Abidin con suavidad. “Tienes derecho a elegir tu propia vida. Aunque no puedas cambiar a tu familia, puedes construir una familia feliz con la persona que amas.”
Las palabras de Abidin fueron como una luz en la oscuridad. Por primera vez, Suna sintió que alguien comprendía y compartía sus sentimientos. De pronto, se dio cuenta de que la felicidad no tenía que venir de la familia en la que nació, sino de las personas que amaba y de sus propias decisiones.
Con el apoyo de Abidin, Suna comenzó a cambiar. Decidió que no permitiría que su familia controlara su vida. Buscó un trabajo que le gustara y comenzó a construir nuevas relaciones.