La mansión Korhan, que antes era símbolo de riqueza y poder, ahora se ha convertido en un lugar lleno de miedo. Kazim, el padre autoritario, está en un estado de furia extrema. Sus ojos enrojecidos y sus manos apretadas sostienen con fuerza el cuello de la camisa de su hija mayor, Seyran.
“¡Dime dónde está la niña!” – grita Kazim, con la voz ronca de ira.
Seyran tose y lucha por liberarse del agarre férreo de su padre. Sabe que, si no dice la verdad, estará en peligro. Pero también sabe que, si habla, su hermana menor se verá involucrada. Mientras tanto, Suna, su pequeña hermana, está escondida detrás del sofá, presenciando toda la escena. La sombra de Kazim se proyecta en la pared, lo que aumenta aún más su terror.
Suna no puede quedarse quieta viendo cómo su hermana sufre. Sabe que debe hacer algo. Con manos temblorosas, agarra una pequeña pesa que está sobre la mesa de té. El peso frío de bronce en su mano le da una sensación de fortaleza.
Con un grito contenido, Suna sale de su escondite y golpea con fuerza la cabeza de Kazim con la pesa. El golpe inesperado hace que Kazim caiga al suelo, con sangre que brota y se extiende por el suelo. Seyran y Suna se miran sin poder creer lo que acaba de suceder. La habitación queda en un silencio inquietante, solo se oye el fuerte latido de sus corazones.
Después de unos momentos de pánico, las hermanas finalmente se calman. Se dan cuenta de que Kazim está inconsciente. Sin saber si está muerto o no, deciden llamar a una ambulancia. No quieren que nadie tenga que asumir la responsabilidad de sus acciones, pero tampoco pueden permitir que Kazim siga lastimándolas a ellas y a otros.
Cuando llega la policía, Seyran y Suna cuentan todo lo sucedido. Kazim es llevado al hospital en estado crítico, y las dos hermanas son detenidas temporalmente para la investigación.
Tras aclararse los hechos, Kazim se enfrenta a la justicia. Seyran y Suna son liberadas y acogidas por una familia de parientes lejanos. Comienzan una nueva vida, lejos de los dolorosos recuerdos de su pasado.
Sin embargo, las cicatrices psicológicas permanecen en el alma de ambas. Siguen viviendo con el miedo a una posible venganza y les cuesta confiar plenamente en los demás. Pero, con la ayuda de su nueva familia y amigos, poco a poco recuperan la fe en la vida.