Suna, una joven con un corazón sensible, siempre anhelaba una vida libre y feliz. Sin embargo, las ataduras familiares y la presión social la hacían sentirse asfixiada y perdida. Mientras tanto, Abidin, su amigo cercano que siempre se preocupaba por ella en silencio, se había convertido en un apoyo emocional firme para Suna.
Una noche, bajo la suave luz de la luna, Suna y Abidin paseaban juntos por el parque. En ese ambiente tranquilo, Suna compartió con Abidin los sentimientos más profundos que llevaba en su corazón. Se sentía cansada de su vida actual y de las expectativas que su familia le imponía.
Al escucharla, Abidin la consoló suavemente y la animó. Le dijo a Suna que la felicidad no es algo que los demás te den, sino algo que cada uno crea por sí mismo. Quería que Suna fuera valiente y persiguiera sus sueños, sin dejar que nada ni nadie se lo impidiera. Abidin también le contó a Suna sobre las dificultades que él mismo había enfrentado y cómo las superó.
Las palabras de Abidin fueron como un rayo de luz que iluminó el alma de Suna. Ella se dio cuenta de que había tenido demasiado miedo de los cambios y había dejado de lado lo más importante en su vida. Entendió que solo enfrentando sus miedos y saliendo de su zona de confort podría encontrar la verdadera felicidad.