Pelin estaba sentada en la habitación silenciosa, la luz tenue del viejo candelabro iluminaba los objetos que le resultaban demasiado familiares. Sostenía su maleta en las manos, metiendo sus pertenencias una por una. Cada objeto, cada recuerdo, le traía a la mente aquellos oscuros días en los que Ferit había convertido su vida en una cadena de heridas. No había comprendido esto hasta que escuchó las palabras de advertencia de Gülgün, la única amiga que se atrevió a decirle que merecía una vida más libre, lejos del control de Ferit.
“Tu vida es tuya, Pelin. No puedes seguir viviendo bajo esta opresión,” le había dicho Gülgün, y esas palabras fueron como un golpe fuerte en el corazón de Pelin. Finalmente se dio cuenta de que no podía seguir viviendo de esa manera. Ferit le había arrebatado demasiado, y ahora era el momento de levantarse.
Mientras se preparaba para irse, de repente escuchó pasos apresurados fuera de la puerta. Ferit. El corazón de Pelin comenzó a latir más rápido, pero esta vez no era por miedo. Estaba lista para enfrentarlo. Ferit irrumpió en la habitación de manera brusca, su rostro enrojecido de ira.
“¿Adónde vas? ¿Por qué te vas de esta forma?” gritó Ferit, sin poder disimular la furia en su voz.
Pelin no retrocedió. Levantó la cabeza, con la mirada decidida. “¡Ya he aguantado suficiente!” gritó, cada palabra era como una cuchillada en el orgullo de Ferit. Todas las emociones acumuladas durante tanto tiempo surgieron en esas palabras poderosas. Finalmente, se liberaba de esa opresión.
Ferit se quedó paralizado, su rostro retorcido de ira y dolor, pero Pelin ya no le prestaba atención. Giró sobre sus talones, lista para seguir empacando. Pero en ese momento, Seyran, su única amiga que aún la entendía, irrumpió desde fuera. Al ver la tensión entre los dos, corrió hacia ellos, separando a Ferit de la puerta.
“¡Ferit, basta! ¡No es el momento!” gritó Seyran, tratando de apartarlo antes de que todo se saliera de control. Sabía que, si no intervenía rápidamente, este enfrentamiento no solo heriría a Ferit, sino que también pondría a Pelin en una situación irreparable.
Finalmente, Seyran logró sacar a Ferit de la casa, cerrando la puerta de golpe detrás de ella. Pelin se quedó allí, mirando por la rendija, escuchando los gritos de Ferit desde fuera. Pero ya no sentía miedo. Sentía alivio, como si todo el peso del mundo se hubiera quitado de sus hombros. Sabía que, aunque esa decisión era difícil, era el primer paso para recuperar el control sobre su vida.
Al salir de la vieja casa, Pelin miró hacia el frente, un nuevo futuro la esperaba.