Gema estaba frente a la cocina, las velas iluminaban una cena romántica que había preparado con mucho cuidado. El plato favorito de Joaquín estaba perfectamente dispuesto, y el ambiente había sido creado con la esperanza de que él se ablandara. Había pensado muchas veces en confesar su deseo de tener hijos, pero nunca encontraba el momento adecuado. Hoy decidió que era el momento. Esperaba que su amor fuera lo suficientemente fuerte para superar cualquier obstáculo.
Cuando Joaquín entró en la habitación, Gema sonrió, pero la preocupación en su corazón era inconfundible. Ya habían alcanzado una vida estable, pero Gema sentía que necesitaba dar el siguiente paso. Quería formar una familia, y Joaquín era todo lo que tenía. Después de unos minutos de silencio, Gema habló: “Joaquín, yo… quiero que tengamos hijos. He pensado mucho en eso, y sé que estamos estables, pero siento que este es el momento adecuado.”
Joaquín la miró extrañamente, pero no se atrevió a mirarla a los ojos. Encogió los hombros suavemente, pero Gema sintió el frío en sus palabras. “Sabes que no quiero tener hijos ahora. Estamos en una etapa estable de la vida,” dijo Joaquín, con una voz seca y distante.
Fue como si un cubo de agua fría cayera sobre su corazón. Gema tragó su dolor y trató de mantener la calma. “¿No quieres o nunca querrás?” preguntó Gema, con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas.
Joaquín guardó silencio. Su silencio lo decía todo. Gema lo miró fijamente, esperando una respuesta diferente, pero nada cambió. Se levantó, las lágrimas rodaron por sus mejillas, y sintió como si todo a su alrededor se desmoronara.
Amaba a Joaquín, pero ahora debía enfrentarse a una pregunta dolorosa: ¿su amor sería lo suficientemente fuerte para superar esta diferencia? Gema lo miró por última vez, el corazón roto, y sabía que había cosas que no podían cambiarse, por mucho que el amor fuera grande. No podía seguir viviendo en ese silencio, pero ¿tendría el valor de irse y buscar lo que realmente deseaba?