Fina intentaba respirar profundamente, pero cada vez que lo hacía, la ansiedad seguía apoderándose de ella. El encuentro con Santiago no había sido nada fácil, y aún sentía la tensión en cada uno de sus pasos y palabras. Santiago la había enfrentado a temores que nunca imaginó que viviría. Aunque ya había dejado ese lugar, la sombra de la amenaza seguía presente en su mente.
Cuando llegó al lugar de encuentro con Marta, Fina no pudo contener más sus emociones. Se abrazó a su amiga y, entre lágrimas, le contó todo lo que había sucedido. Marta la escuchó en silencio, sin interrumpir, solo apretando la mano de Fina como si quisiera transferirle su fortaleza. “Lo superaremos, él no podrá hacerte nada más,” susurró Marta, con una voz llena de determinación.
Sin embargo, por más reconfortante que fuera la voz de Marta, Fina no podía deshacerse de la sensación de inquietud. Mientras seguían conversando, de repente, Fina escuchó un pequeño ruido proveniente de cerca: el crujir de las hojas, como si alguien se estuviera moviendo cerca. Se sobresaltó, su mirada llena de preocupación, y su corazón comenzó a latir con fuerza.
“¡Hay alguien!” – susurró Fina, apretando la mano de Marta con miedo, temiendo que Santiago o alguien más las estuviera observando. Marta, aunque también preocupada, trató de mantener la calma. Miró a su alrededor, inspeccionando cada rincón de la zona, pero no vio a nadie. Solo oyeron el viento y las hojas moviéndose en la quietud de la noche.
Lo que Fina no sabía era que, desde lejos, Santiago aún estaba escondido, observándolas con una mirada llena de ira. Su enojo seguía creciendo. No podía aceptar que Fina se hubiera liberado de su control, y estaba decidido a que las cosas no terminaran así. Los planes en su mente estaban tomando forma, y no descansaría hasta lograr lo que se había propuesto.
Fina y Marta, sin saber que Santiago las observaba, continuaron conversando con inquietud. Pero en la oscuridad, una amenaza aún permanecía. La calma era solo temporal.