Ferit regresó a casa después de un largo día, con la mente en caos. Todo parecía desmoronarse a su alrededor. Las dudas sobre Seyran, las palabras de Yusuf y los errores del pasado lo atormentaban, impidiéndole encontrar una salida. Cuando entró en la habitación, vio a Seyran esperando. Ya no había furia en sus ojos, sino una rendición silenciosa, una calma llena de determinación.
Seyran lo miró, sin reproches ni lágrimas, solo una tranquila fortaleza. “Ferit, si no me crees, no podemos seguir adelante,” dijo, su voz suave pero firme. Esas palabras fueron como un cubo de agua fría que paralizó a Ferit. Por primera vez, no pudo replicar, no pudo encontrar una justificación para sus acciones.
Ferit permaneció allí, en silencio, mirando los ojos de Seyran. Se dio cuenta de que el amor que sentía por ella no podía sobrevivir en un mundo lleno de dudas y miedos. Había dejado que sus emociones negativas dominaran su relación, separándolos cada vez más. Un sentimiento de arrepentimiento y remordimiento lo invadió. Tomó su mano, la apretó suavemente y susurró: “Cambiaré, por nosotros.”
Sin embargo, Seyran no respondió de inmediato. La miró, pero no dijo una palabra. Su silencio hizo que Ferit sintiera como si hubiera una distancia invisible entre los dos. Aunque él había reconocido su error y estaba decidido a cambiar, en ese momento, Seyran no podía abrir su corazón. Ya no creía en promesas, solo en el silencio, como si fuera un punto final a las esperanzas que él acababa de reconstruir.
Ferit permaneció allí, aún sosteniendo su mano, pero su mente estaba atrapada en pensamientos confusos. No sabía si podría arreglar todo, pero se dio cuenta de que había perdido tiempo valioso, había perdido la oportunidad de comenzar de nuevo. El sentimiento de arrepentimiento e impotencia lo envolvió, y aunque ella no dijera nada, Ferit entendió que aún no había ganado el perdón que tanto deseaba.