Jana se sentía como si viviera en una jaula de oro, hermosa pero claustrofóbica. Cada paso que daba estaba siendo observado, y cada decisión que tomaba estaba bajo la atenta mirada de Cruz. Las burlas de Cruz eran como cuchillos afilados, siempre cortando directamente la confianza de Jana. Pero en lugar de retroceder, Jana decidió enfrentar todo. No dejaría que los complots ni la crueldad de su familia la derrotaran.
Una mañana, cuando Cruz volvió a soltar palabras amargas sobre el comportamiento y la forma de actuar de Jana, ella sabía que si no cambiaba, siempre sería una forastera en esa familia. Entonces, Cruz le informó que había contratado a una institutriz para enseñarle a Jana cómo comportarse como una mujer digna, acorde con la familia y el prestigio que habían construido. Esto hizo que Jana se sintiera como si fuera forzada a aprender a vivir de acuerdo a los deseos de los demás.
Sin embargo, en lugar de sentir vergüenza, Jana vio esto como una oportunidad. Aceptó aprender de la institutriz, no porque se sintiera inferior, sino porque estaba decidida a cambiar para poder ser más firme en ese mundo lleno de presiones. Aunque el aprendizaje no era fácil y las miradas de la familia la hacían sentir sofocada, Jana no se dio por vencida. Se prometió a sí misma que algún día sería digna del nuevo puesto que la familia quería que ocupara.
Sin embargo, además de aprender a comportarse y adaptarse a la vida en la familia noble, Jana también tenía otro objetivo: ayudar a Curro a escapar del matrimonio forzado. Sabía que Curro no amaba a Julia y que ese matrimonio solo era un arreglo cruel hecho por las personas con poder en la familia. A Jana le dolía ver a la persona que amaba atrapada en esa situación.
Con el coraje creciendo dentro de ella, Jana decidió actuar. Empezó a acercarse a Curro, ayudándole sutilmente a darse cuenta de lo que podían hacer para cambiar la situación. Jana comenzó a planear, no solo para ayudar a Curro a liberarse de ese matrimonio, sino también para protegerse a sí misma y a las personas que amaba. Sabía que esta lucha no sería fácil, y que posiblemente tendría que hacer muchos sacrificios, pero no podía quedarse de brazos cruzados viendo cómo los que la rodeaban sufrían por los abusos y las maquinaciones despiadadas.
Jana ya no era la chica débil que temía la mirada de los demás. Había decidido levantarse, enfrentarse a todas las dificultades y defender lo que consideraba justo. Las lecciones de la institutriz quizás la ayudarían a convertirse en la mujer que la familia quería que fuera, pero más que eso, la ayudarían a encontrar el camino para decidir su propio destino.