El ambiente en la casa estaba lleno de tensión después de una acalorada discusión entre Seyran y Ferit. Las insinuaciones y las dudas infundadas de Ferit habían llevado a Seyran al límite. Decidió marcharse en silencio, dejando una carta escrita a mano en la mesa del salón, con palabras que parecían impregnadas de lágrimas:
“Ferit,
No puedo vivir en una relación sin confianza. Cada día, tus insinuaciones son como miles de cuchillas que atraviesan mi corazón. Te he amado, te he amado de verdad, pero el amor no puede existir sin respeto ni comprensión. Necesito tiempo para encontrarme a mí misma. Cuando realmente me entiendas y me valores, podremos hablar. Seyran.”
Seyran dejó atrás la casa que una vez fue su hogar con el corazón roto pero con una firme determinación.
Al principio, Ferit sintió solo ira al leer la carta. “¿Cómo se atreve a irse así?”, rugió, pero su furia pronto fue reemplazada por un vacío insoportable. La casa de repente era demasiado grande, demasiado silenciosa sin Seyran. Los recuerdos de su sonrisa, de su mirada dulce, inundaron su mente.
Durante los primeros días, se hundió en su enfado y su terquedad, pero la sensación de pérdida le hizo darse cuenta de algo importante: Seyran era lo más valioso en su vida. Sin ella, nada tenía sentido. Por primera vez, Ferit enfrentó su propia realidad, reconociendo los errores que tanto habían herido a Seyran.
Ferit decidió buscar a Seyran a toda costa. Visitó los lugares donde ella podría estar, preguntó a sus amigos y familiares. Cada fracaso le rompía un poco más el corazón. Pero no se rindió. Comenzó a cambiar: desde su forma de abordar los problemas hasta su manera de tratar a los demás. Ferit entendió que, si no cambiaba de verdad, nunca podría demostrarle a Seyran su amor y sinceridad.
Un día, Ferit encontró a Seyran en una pequeña cafetería en una ciudad vecina. Ella estaba sentada junto a la ventana, con una expresión serena pero con ojos que no podían ocultar su tristeza. Ferit entró, con el corazón latiendo con fuerza. Cuando Seyran levantó la vista, sus miradas se cruzaron, y el tiempo pareció detenerse.
“Seyran,” dijo Ferit con la voz quebrada. “Lo siento. Me equivoqué. No confié en ti, no te valoré como mereces. Pero ahora lo entiendo. Tú eres todo para mí.”
Seyran lo miró, con una mezcla de sorpresa y precaución en los ojos. “Ferit, ya no quiero escuchar más disculpas. Necesito hechos, no palabras.”
Ferit asintió, con determinación en sus ojos. “Te lo demostraré. No espero que me perdones de inmediato. Solo dame una oportunidad, y pasaré el resto de mi vida demostrándotelo.”
La gran pregunta seguía en pie: ¿Estaría Seyran dispuesta a perdonarlo? Pero al menos, ella pudo percibir un cambio real en Ferit. Podría ser el inicio de un nuevo capítulo en su relación, o el final definitivo. Todo dependía del corazón de Seyran.