Jesús, con una sonrisa nerviosa, se acercó al gobernador en un intento de calmar la creciente tensión que lo rodeaba. Los rumores sobre su vida y sus decisiones se habían vuelto insoportables, y Jesús había ideado un plan para ofrecerle un refugio temporal. “¿Por qué no vienes a pasar unos días en la casa de la Reina?” propuso Jesús con una voz temblorosa. “Así podremos esconderte de todo esto.” Aunque las palabras parecían inofensivas, la sugerencia dejó a todos en la sala sorprendidos.
Andrés y Begoña intercambiaron miradas desconcertadas. El gobernador, con su porte altivo y su aire de superioridad, no era precisamente el tipo de persona que encajaría en su hogar. “¿Una familia feliz? ¿Con él aquí?” susurró Begoña, claramente preocupada, casi al borde del pánico. Andrés, a pesar de su incertidumbre, pensó que lo mejor sería ceder temporalmente a la propuesta de Jesús para evitar mayores complicaciones. Sin embargo, no podía dejar de sentir que algo iba a salir mal. “Está bien”, dijo finalmente Andrés, “pero con una condición. El gobernador deberá hacerse pasar por nuestro primo lejano.”
Lo que parecía una solución sencilla rápidamente se convirtió en un caos. El gobernador, acostumbrado a imponer sus reglas y con sus costumbres peculiares, no tardó en mostrar su verdadero carácter. Desde el momento en que llegó a la casa, comenzó a alterar la rutina familiar, exigiendo platos especiales, controlando las conversaciones y hasta imponiendo horarios rígidos. Su comportamiento, que al principio parecía una formalidad, pronto se transformó en una serie de exigencias desmesuradas.
Begoña, cada vez más nerviosa, no pudo evitar lamentar la decisión. “Esto no puede seguir así”, murmuró, observando cómo el gobernador tomaba el control de todo. Andrés, por su parte, trató de mantener la calma, pero se dio cuenta de que su idea de “primo lejano” había sido un grave error. El gobernador, lejos de ser un invitado discreto, había transformado la casa en su propio dominio. Lo que debía ser un refugio temporal se convirtió en un campo de batalla de egos y normas irreconciliables.
Al final, la situación alcanzó un punto de no retorno. Jesús, preocupado por el giro que había tomado todo, intentó intervenir, pero la familia, al borde del agotamiento, solo deseaba recuperar su paz. Lo que comenzó como una solución sencilla para esconder al gobernador de los rumores terminó siendo un caos absoluto, y nadie estaba seguro de cómo podría resolverse la situación sin que todo estallara por completo.