Todo comenzó en la pequeña cocina, donde Dicle estaba preparándose para el desayuno. El dolor constante en su espalda la hacía difícil concentrarse en lo que estaba haciendo, y con una mano se frotaba la espalda. Al notar su incomodidad, Yusuf entró en la habitación y le preguntó qué le ocurría. Dicle dudó por un momento antes de decir suavemente: “Yusuf, ¿puedes ayudarme con algo pequeño? Solo un masaje…” Aunque algo avergonzado, Yusuf aceptó de inmediato, queriendo ayudar a la chica que le importaba.
Mientras Yusuf le daba el masaje, el espacio en la cocina se volvió silencioso, solo interrumpido por el suave sonido de sus manos moviéndose por sus hombros. Esa cercanía hizo que Dicle no pudiera seguir callada por mucho más tiempo. De repente, rompió el silencio y le contó sobre una conversación que había escuchado por casualidad. “Escuché que vas a empezar a trabajar en la empresa familiar, ¿es cierto?” preguntó Dicle, mirando a Yusuf con curiosidad.
Yusuf se quedó sorprendido, un poco confundido. “¿Quién te dijo eso?” respondió rápidamente, dejando claro que no tenía la intención de irse de la mansión. Dicle lo miró como si quisiera asegurarse de que lo que decía era cierto. Un silencio incómodo llenó el aire, creando una atmósfera tensa en la cocina.
Pero Dicle no se detuvo allí, y compartió otro secreto. “Mi madre vio cuando ayudaste a Suna a salir de la casa de la familia Korhan. Solo quiero advertirte que tengas cuidado si planeas quedarte aquí mucho tiempo.” Pero Yusuf no mostró signos de pánico. Sonrió con una mirada firme. “No te preocupes, no tengo intención de irme.” Ante esa confirmación, Dicle suspiró aliviada y confesó: “En realidad… tampoco quiero que te vayas.” Esas palabras cambiaron el ambiente en la cocina, llenándolo de una emoción difícil de describir. Ninguno de los dos se atrevió a decir más.