Pelayo y Catalina, una joven pareja, están pasando por momentos tensos mientras Catalina está embarazada. Su vida ya no era fácil, y los conflictos y desacuerdos entre ellos aumentaban cada vez más, y el bebé que está por nacer parece ser la gota que colma el vaso.
En medio de una acalorada discusión, Pelayo soltó palabras crueles: “Ojalá perdieras a este bebé”. Esas palabras fueron como una puñalada en el corazón de Catalina. Ella se quedó atónita, incapaz de creer lo que acababa de escuchar. La ira, el dolor y la confusión la envolvieron.
Catalina no entendía cómo su esposo, a quien tanto amaba, podía decir algo tan hiriente. Se preguntaba si Pelayo realmente se arrepentía de lo que había dicho, o si simplemente fue una palabra lanzada en un arrebato de ira.
Los días siguientes, la atmósfera en la casa se volvió sofocante. Catalina intentaba comportarse como si nada hubiera pasado, pero la herida seguía latente. Pelayo, al darse cuenta del daño que había causado, trató de disculparse y explicar. Dijo que no odiaba al bebé, solo que se sentía abrumado por la presión y no sabía cómo enfrentar el futuro.
Sin embargo, las disculpas de Pelayo no fueron suficientes para aliviar el dolor de Catalina. Ella necesitaba tiempo para reflexionar y decidir si podía perdonarlo o no. También comenzó a dudar de sus sentimientos hacia Pelayo. ¿Podría seguir viviendo con un hombre que alguna vez dijo algo así?
Mientras tanto, la familia y los amigos de Catalina intentaban convencerla de que se divorciara. Ellos creían que Pelayo no merecía su amor. Sin embargo, Catalina aún guardaba sentimientos por su esposo. Recordaba los momentos felices cuando se enamoraron, y esperaba que Pelayo cambiara.